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Sargapaneles, o la adaptación
Rafael Robles de Benito - 2025-02-18
La elección no es fácil
Hace unos días, la Universidad Nacional Autónoma de México anunció que había obtenido un premio por el diseño y fabricación de los “sargapaneles”, unos elementos de construcción parecidos a los paneles de “Tablaroca”. El alma de estos nuevos paneles contiene, además del yeso comúnmente utilizado, una porción de sargazo, tratado para garantizar su durabilidad e inocuidad, que además al parecer dota a estas piezas de la capacidad para retrasar la combustión en caso de incendio. Bienvenida esta propuesta que, como otras, busca incorporar a la economía lo que hasta hace poco era considerado exclusivamente como un problema, un residuo sólido orgánico del que había que deshacerse rápidamente de la mejor manera posible, y un costo insostenible para la operación de algunos de los destinos turísticos más rentables del país.
Como una propuesta más para atender el asunto con una perspectiva de sostenibilidad, la de los “sargapaneles”, que además tiene la virtud de estar respaldada por nuestra mayor casa de estudios, se suma a una lista considerable de soluciones que tienen todavía que demostrar su viabilidad financiera, y despertar el interés de inversionistas dispuestos a aventurarse a ejecutarlas en empresas de las dimensiones que el tema demanda. El problema no es menor: nada garantiza una disposición constante un suficiente de materia prima, dado que las arribazones de sargazo pueden variar año con año dependiendo de las veleidades climáticas. El costo de extraer el sargazo directamente del mar, que implica la inversión en una flota de embarcaciones especializadas, tampoco es precisamente trivial. El tratamiento del sargazo obtenido, para lavarlo y despojarlo de minerales indeseables, residuos sólidos diversos, y capturas incidentales de organismos marinos, implica costos adicionales; además de que genera otros residuos que requerirán tratamientos adicionales o vías alternas que permitan su incorporación a procesos que se puedan parecer ala economía circular que se desea promover.
Como quiera que sea, parece que, al menos en el caso del sargazo, se ha optado por encarar los problemas relacionados con los efectos del cambio climático mediante aproximaciones a la adaptación, No sorprende demasiado. Incluso en las posturas más ambiciosas, festejadas como acuerdos insuperables al finalizar las COP, los esfuerzos y recursos comprometidos para la descarbonización de las economías, y otras tareas relacionadas con la mitigación, se quedan cortos. Nadie, ni los países más ricos, que se resisten a pagar los costos de lo que sucede fuera de sus fronteras, ni los más pobres, que pugnan por conservar alguna capacidad de desarrollo, parece estar dispuesto a erogar los recursos necesarios para dar un golpe de timón definitivo al curso de un modelo de desarrollo que depende de la emisión creciente de gases de efecto invernadero.
El crecimiento masivo de las poblaciones de sargazo en el Atlántico está relacionado de manera inextricable con estos procesos. Se ha visto favorecido por el aumento de la temperatura de las aguas superficiales del océano, y alimentado por el vertimiento de materia orgánica y minerales resultante del crecimiento de la frontera agropecuaria en África y Sudamérica, que ha implicado la pérdida de superficies forestales capaces de capturar carbono y retener suelos. En consecuencia, el sargazo, un alga que ha existido en estos mares desde tiempos inmemoriales, y ha recalado en playas caribeñas sin que esto haya significado impactos severos, ahora se ha transformado en un dolor de cabeza de millares de toneladas por año en todos los litorales de la región, afectando estados y naciones insulares que basan su economía en el desarrollo turístico masivo de sol y playa.
En nuestro país, desde el inicio de la actual administración, la presidenta Sheinbaum ha insistido en el mantra de que “hay que atacar las causas”. Es cierto que lo dice sobre todo al hablar acerca de la seguridad nacional; pero creo que tendría que caber también al tratarse de atender los problemas ambientales que nos aquejan, entre los cuales figura desde luego, el sargazo. Sin embargo, parece que se ha hecho muy poco para atacar las causas del crecimiento explosivo de las poblaciones de esta alga. Para que esto sucediera, tendría que emprenderse un esfuerzo concertado entre las Secretarías de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Marina y Relaciones Exteriores, y con la colaboración de los organismos multilaterales pertinentes, como la FAO-UNESCO, el PNUMA, y la convención marco de las naciones unidas sobre el cambio climático (UNFCCC). Este esfuerzo tendría que concitar la participación de las naciones africanas con litorales atlánticos, las naciones que forman parte de la cuenca amazónica y los países caribeños, tanto insulares como continentales.
México tendría que apostar su considerable talento diplomático, su capacidad científica y su potencia de generación de tecnología, para encabezar el establecimiento de una fuerza de tarea para enfrentar la problemática relacionada con el sargazo, con una perspectiva regional de envergadura atlántica, y con la misión de emprender acciones dirigidas a adaptarse a las condiciones actuales de la dinámica del sargazo, considerando además una estrategia tendiente a restituir la capacidad de captura de carbono de los ecosistemas que – hoy deteriorados – aportan nutrientes que favorecen el crecimiento explosivo del alga. Paradójicamente, de combatirse con éxito las causas que generan lo que hoy se ve como un problema para el desarrollo de las comunidades costeras de la región, se acabará por abatir la disponibilidad de materia prima para la puesta en práctica de propuestas tan atractivas como la que ahora nos ha presentado la UNAM. La elección no tiene por qué ser fácil.
Mérida, Yucatán
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/opinion/243285/sargapaneles-o-la-adaptacion
Temas principal: Manejo integrado del paisaje